miércoles, 23 de diciembre de 2009

Difumino

Eres insurrecta como la luna, tesoro del Potosí,
Anhelo del conquistador, inicio de barbarie.
Te vuelves jibaro, achicas mi cráneo
Y lo conviertes en un pequeño trozo de pasado,
Transformas la historia en memoria, en recuerdo.

Es duro cuando se avanza por la ruta mirando el retrovisor
Y los sobresaltos del camino nos hacen perder el punto;
Nos hundimos en lo profundo del espejo
Resucitamos en un mundo lleno de brillo
Sin sombras, con matices dados por el desenfoque de los rostros resplandecientes.

Cuando restan solo cuarenta y tres segundos en el cronometro
Nos dan la partida, corremos sin saber cuál es la dirección
La brújula la hemos perdido, pero el rumbo nunca se nos escapo

Es lo eterno lo que nos hizo olvidar los pasajes sacros del deseo
Nuestra pasión mesiánica, nuestro sudor obrero
Nuestros rubores teatrales, nuestros tonos saturados de placer
Nuestros acordes al son de una melodía caótica.

Los focos de las calles cubren la Luna pero no la olvidamos
Las luces de una ciudad dormida en los lamentos sedientos de dinero
No son más que destellos de un juego bien jugado, por los jugadores mal paridos.

El punto de fuga fue el primer beso, luego devino en una difuminación del futuro
El primer abrazo aún no acaba, ese es eterno
La primera vez fue el pañuelo con éter que nos hizo dormir en los brazos de Venus
El último beso es tan solo un silencio en la melodía inconclusa del pianista siucida.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Carrera

He decidido iniciar una carrera, una pactada con la partida fijada desde el subsuelo, desde el silencio, desde el pudor, la vergüenza, en realidad desde el pánico a la derrota; y trazando como meta la cúspide de una nube difumina, pero demasiado quieta, de aquellas que pueden parecer desde una enorme barco a vapor hasta un pez de largos bigotes bastante claros. De esas engañosas que incluso parece humano, de aquellas traicioneras que se parecen al poder, pero también de aquellas esporádicas que se parecen a la fortuna, al amor o al odio.
Los contrincantes que han accedido a participar somos yo, mi sombra, el asombro, el tiempo y el espacio. Los espectadores de esta carrera – todos gritando bitores de aliento a su competidor preferido, pero con una voz tan débil que se asemeja al grito manso y valeroso de los explotados, de los despojados de sus tierras, que incluso son como esos desprotegidos y aguerridos mendigos de la dignidad – se preguntan por qué estos bastardos, por qué no unos que representen el éxito. Entonces se alza el hombre del revolver que anuncia la partida diciéndole: es solo porque tienen dos cosas en común, derrotas sobre sus hombros y sed de venganza. Ellos vuelven a preguntar por qué, y él responde caso a caso:
Primero, el espacio fue derrotado por muchos cuerpos por el ciber-espacio, he incluso lo derroto el vacio, de hecho en él hay muchas apuestas, su sed de triunfo, de reconocimiento, de venganza es tan brutal que su silencio grita por dicho objetivo.
Segundo, el tiempo a pesar de controlar su propio curso se sujeto tan firmemente a las reglas del Fordismo, de hecho se paseo por su cinta sin saber porque manos pasaba, perdió su propia noción y cuando la recobro la híper-velocidad le arrebato su estatus.
Tercero, el asombro fue vencido por el mismo asombrado, por su escepticismo, por su incredulidad, de hecho su poca fe y su inútil búsqueda hedonista lo hicieron olvidar el asombro, este mismo se distorsiono y se transformo en simples bluf de un juego mal jugado;
Cuarto, la sombra fue derrotada por su propio dueño, quizás por mí – en realidad depende del ángulo en que se situé el foco – yo en lo personal le hice trampa, la encandile por la enorme luz que el dinero me ofreció, luz tan destellante que en un pestañeo me había vuelto a alcanzar, la ate de los pies y decidí vencerla en una noche tan oscura como sus propias intenciones de victoria sobre mí, al fin y al cabo las trampas a veces son validas dependiendo del objetivo que se tenga, esta vez era un objetivo enormemente honorable, la ambición de gloria y poder banal me hicieron engañar a aquello que me es intrínseco.
Por último, yo – ó él dependiendo de donde se quera situar al perdedor – salí – ó salió – cabizbajo después de someterme a la dinámica del amor, aquella engañosa pócima de vitalidad, aquel antídoto contra las miradas llenas de esperanza lanzadas a las estrellas en busca de una ayuda supramundana. El amor me dio paliza, no me dejo ver más que su espalda en el lejano tempano del vacío, no me dio la posibilidad de un adiós, me deshojo la flor preciada frente a mis propios ojos, me despojo del deseo, hirió mi lengua y cruza la vil meta de la distancia.
Se inicia entonces la competencia, él siempre llevo la delantera, siempre fue el más veloz incluso en la ronda de prácticas, se adjudico el carril número uno. Pero muy cerca de la meta comenzó a darse cuenta de que la sombra de un amor se le cruza, que lucha contra el tiempo, contra el espacio, vuelve a pelear codo a codo con el asombro. Pero llegó tarde, el asombro lo dejo perplejo en su última gran zancada, solo vio su sombra, su irremediable tránsito por un tiempo mejor, su deslucida presentación en un espacio limitado lo hicieron llegar demasiado tarde, la nube – que era la meta – ya no estaba, su forma difumina pero estática se habían rendido al arbitrio de dios y adopto la forma de una flor, una flor que nunca le correspondió, perdió el rumbo pero no sacio su sed. Ahora organiza nuevas competencias, busca otros contrincantes pero no olvida aquel desastre que representó el último lugar en la carrera.
Todo sueño se carga de ilusión, toda ilusión se llena de palabras que alientan una nueva preparación, cada una de las etapas de la preparación representa un desafío, pero los desafío ya no tienen un sentido claro, se hunden en el vacio de la desesperanza y de la búsqueda constante de placebos que ahoguen la angustia que la sed de victoria no llenara jamás.