domingo, 20 de septiembre de 2009

Escena

El silencio se sitúa en el panóptico
Observa cada uno de sus movimientos
Sabe que se miran, pero sabe que a la vez se evitan.

La sobredosis del querer pero el placebo del poder
No hay una droga más falsa que la conciencia
Es la cicuta más amarga la del abandono

Comienzan a tararear canciones para el otro
Queriendo que el otro sepa que se le canta
Evitando ser evidente en el canto culpable

Los ruidos son rebeldes latidos
Son terciopelos que rosan suavemente los oídos
Subliminales mensajes a un pasado que quiere estar presente

Los pies de ambos marcan pasos inconscientes
Sus zapatos llevan ritmos disonantes
Prosiguen con la absurda interpelación sin palabras

No se hablan pero quieren decirse el universo
No se abrazan pero sus brazos tiemblan de ganas
Se miran en los reflejos de los cristales, de los metales.

Se ven donde aparezcan, están en las flores
Están en los cielos, viajan por el viento
Se apoderan de los relojes, de los calendarios

El tiempo ha vuelto a correr
Lo han dejado salir corriendo, ahora no quieren detenerlo
Antes lo detenían sin querer, pero el día lo delataba.

Que malos actores son, que mal interpretan el guión de la indiferencia
Quizás aún no lo aprenden o quizás su papel era el otro
Tal vez la obra concluía ese día, pero confundidos creyeron que era solo el clímax.

No era el prefacio del libro, no era el entremés.
El momento preciso en que fueron ellos, nadie más
El telón desatento siguió abierto y debieron improvisar una escena que no conocían.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Vagón

Hoy se han vuelto a topar

Han coincidido nuevamente en el vagón del tiempo

No se cruzan miradas, se cruzan suspiros

Se entrelazan destinos, se crispan las manos de azar.

Cuantas veces el mismo viaje de las enredaderas

Otras veces preocupados de los vuelos de las mariposas

Saltan las manijas de los relojes como charcos de agua

Pero caen en el espiral del placer y el dolor.

Las flores que antes miraban con ternura

Ahora son boomerangs que rebotan en las memorias

Son navajas que cortan nuestros ojos

Quizás son hasta enormes focos que terminan por encandilarnos.

En este instante no se ven, no oyen

Se respiran, su huelen, se observan pero sin verse

Se conocen pero no quieren reconocerse

Dicen adiós, se piensan y se resignan nuevamente al adiós.

¿Dispara Usted?

Ha de comenzar el duelo
Esta vez no es por traición sino por ocio
Por aburrimiento, cansancio o hasta por pereza
Es más fácil presionar un gatillo que mirar a los ojos.

Se dispuso un lugar, un tiempo
El pleito se acerca, se estremece la tierra
Más bien creí que la tierra se estremecía
Pero no, era la onda expansiva del cobarde temor.

Las balas esta vez no son flores, ni cubos de hielo
Tampoco serán disparos al aire que te hagan huir
Que espanten los conflictos como manadas
Menos aun será el disparo solitario del suicida.

Cada uno llega por el mismo lado al lugar
Pasos sincrónicos, mentes sincrónicas
Pero los corazones van una vez más a destiempo
El viento sopla con la regularidad de los sueños.

Con los ojos vendados tal como ayer nos volvemos a mirar
El zumbido en los oídos nos hace escuchar solo nuestras respiraciones
Entonces posamos nuestras espaldas en una cercanía envidiable
Esta vez un imán nos atrajo pero al segundo nos volvimos a repeler.

Nos preguntamos con el silencio si estamos listos
Ambos no asentimos, pero el que calla otorga
Habíamos acordado siempre cinco pasos
Pero esta vez fueron cinco siglos, cinco universos por recorrer.

Una vez atravesadas las distancias
Sosegado el corazón, exaltado el respirar
Desenfundamos, cargamos nuestras armas
Con la velocidad de las lágrimas nos volteamos.

Ambos yacimos en suelos diferentes
Ambos agonizantes, no hubo disparo
Pero si sangre, si gritos
El extraño poder de las balas nos alejo.

Las balas son imanes y con el tiempo se encuentran
Será entonces cuando choquen y estallen en mil pedazos
Las sienes, los corazones, los gatillos deberán aguardar
Quién sabe quién disparará.

martes, 8 de septiembre de 2009

Días eternos

Qué se ha de hacer cuando el cuerpo nos es más que un pesado trozo de plomo,
Cuando los pies se aferran de tal manera al suelo que deja a las estrellas huir,
Cuando el valor se venda los ojos, se ata las manos, se amordaza,
Se encierra en un cuarto oscuro, se moja, se electrocuta,
Se maldice, se quema las yemas de los dedos,
Se amenaza para luego hacerse perder la noción del tiempo.

Luego ese mismo valor resucita como enviado del cielo, se toca el costado,
Se ve mal herido, escupe su mordaza, mastica la cuerda que le ata las manos y la suelta,
Con sus yemas incineradas se desata la venda de los ojos y se ve solo,
Ahora necesita ayuda, quiere volver a torturarse, pero ya no puede.

Recuerda ahora que dejo ir las estrellas, sale del cuarto y se encandila
Mira el cielo que anochece en su favor, pero ya no hay cielo
Busca estrellas pero las estrellas se hicieron solo una constelación
La luna con su cara de gato maldita se alinea con ellas, la cubre en su huida

Entonces el valor se desvalora, se desmoraliza
Pierde el sentido, bebe cianuro y se hace inmune al mismo tiempo
Toma su fusil, lo afirma con las rodillas y con sus yemas quemadas jala el gatillo
Pero como en un circo el fusil se rinde, argumenta no tener pólvora ni munición

El valor comienza a correr sin un sentido, pero da vueltas en triángulos
Prende un cigarrillo tras otros, pero estos se apagan
El fuego se ha vuelto a cubrir y no hay quien lo descubra

El valor mete la mano en su abrigo y encuentra un trozo de paraíso
Entonces vuelve a correr sabe que algún dios lo mira
Sabe que ha robado también, sabe que no le pertenece
Pero es egoísta y lo quiere para él
Lanza el trozo lejos de su vista, pero lo atesora.

Mastica su lengua, hiere su corazón.
Sangra tanto que se llena de sangre
Llora tanto que ahora el mar lo envidia

Ahora despavorido va a un cuarto
Toma un martillo, un par de clavos, una sierra
Con sus dedos adoloridos saca sus ojos

Con la sierra se abre el pecho en tres
Toma el martillo y a tientas va clavando sus ojos en su pecho
Una vez hecho esto traga la hoja de la sierra

Ya no le quedan noches, ya no mar
Ya no estrellas, ni paraísos
Pero ya no se ve, ni sabe quien lo ve
Se tapa los pies con el viento y duerme la noche entera
Ya no hay días.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Rincón

Con suavidad, con premura
Presuroso, distraído
Caminaba sobre pétalos mentales
Sobre alfombras de ilusiones
Corría por la pista del espiral
Distorsionaba mi cara con imaginarios

Era la enfermedad de un tiempo mejor
Fui la cura de una gangrena ocular
Rapte los vicios y los transforme
De las joyas que hice trague una para no olvidar.

Salte cada una de las vallas
Pero quise caer en cada trampa
Me enredé en tus cabellos, tus labios
Me asfixie en tus brazos y flote.

Ahora bebo aires
Mastico recuerdos y escupo placeres
Hedonistamente me recuesto en el rincón de una nube
Cierro los ojos, miro el suelo, contemplo mi huida y regreso.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Astronauta

Un pequeño hombre a la orilla de una rocosa desembocadura de un río, se sentó a observar correr su peligroso cause, en pleno otoño el agua no brillaba, las nubes hacían hasta difusos cada uno de los reflejos. No había espacio para narcisismos, ni siquiera para anhelos de imágenes de antaño, ni para recuerdos, solo para presentes constantes, para velocidades, para hojas, si para muchas hojas.

Ese hombre tuvo temor de mirarse en el agua, le temía a su rostro, en realidad se engañaba al decir que temía a su rostro más bien temía a aportar a aquel cause. Entonces se puso de píe, dio una enorme bocanada de aire, devolvió lo quitado a la naturaleza con un suspiro eterno, sopló una hoja que cayó al cauce, el la vio como lagrima, se lanzo para evitar su caída, la agarro fuertemente, cerró los ojos con la hoja en su pecho, pero también en su mente, en su corazón, en sus vísceras, en su ojos la gravo como con fuego.

Incendio con sus ojos el cielo, quemo las nubes, evaporo el agua que ellas llevaban, lo hiso noche. Se miro su mano y la hoja hay seguía, más viva que nunca, el otoño la había ignorado al parecer, era la hoja más verde, pero a la vez más roja más azul, más morada, era un arcoíris plasmado en fibras. En un cielo negro el arcoíris no brillaría, la luna más cobarde que el hombre y todo lo que a él lo rodeaba, quizás se escabullo entre algún planeta o aguanta el aire bajo el mar. El hombre pendiente de la luna, se despreocupo de su mano, su mano se despreocupo de la hoja, la hoja desafío a río, al viento, a la gravedad, desafío incluso a lo que las hojas deben hacer, pero no se despreocupo del hombre.

Esa hoja hoy es estrella, esa estrella es suspiro, son minutos, son relojes dejados a la deriva con sus manijas sueltas, relojes sujetos a retrocesos constantes. Son memorias.

El hombre ahora se ha hecho astronauta, quiere alcanzar las estrellas, quiere mirarlas de cerca pero le falta construir su nave, le falta dejar de temerle a la gravedad. Le falta esa misma bocanada de aire que lo empujo a saltar por la hoja, pero sabe que su espera se aferra a la estrella y esa estrella no huye.