martes, 1 de noviembre de 2011

Espada

El tiempo pareció avanzar tan rápido que en un punto llegó a detenerse por la incapacidad del eje de seguir girando a tal velocidad. Se abrieron abismos siderales entre sus brazos, sus palabras se comenzaban a transformar en pañuelos que algunas veces cobijan el cuello del frío, otras veces ahorcan y ahora sirven de mordazas.
Con el tiempo detenido quedó en el cielo una nube que parecía una enorme espada que amenazaba con hundirse en el pecho de quienes la observaban. Ellos por separado miraban la misma nube, centraban su atención en la nube, pensaban sólo en la posibilidad futura de un diluvio profetizado, creían que un rayo dividiría todo. En un momento un precioso pájaro, o tal vez sólo el recuerdo de alguno visto antes hizo que por inercia siguieran el trayecto de la misteriosa ave.
Con un movimiento parecido a la danza de las mariposas al costado de una flor amarilla y roja, el ave pareció despedirse de sus ojos, quizás reverenciando su atención. Ellos, pensando el uno en el otro, no se percataron del desvío de sus miradas, del cambio de foco, de la nueva panorámica que el destino, la casualidad o tal vez sus propios deseos les ofrecieron.
Parecían seguir en un trance noctambulo dentro de un día que se paralizó afortunadamente. Cuando recobran la consciencia del foco de sus miradas lograron sentir que se encontraban en un punto exacto del cielo. Cayeron en la cuenta de que la nube no era más que la distancia que bloqueaba sus miradas, que podía ser sólo una masa de anhelos, recuerdos y sueños que no les dejaba ver hacia donde el presente pretendía juntarlos.
Ambos pronunciaron sólo una palabra dentro de un ritual sacrosanto para bautizar al ave que guío sus miradas. Juntos en la intención y alejados en el espacio pronunciaron un nostálgico y esperanzado sustantivo, que se transforma en verbo cuando se lo dicen a los ojos, que es pronombre cuando ellos se encuentran. Ellos dijeron: “amor”


RAPAZ

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